Para FV la interrelación, el reconocimiento mutuo y la comunicación de las personas en su ámbito laboral son fundamentales en la búsqueda de la excelencia, siendo ésta motorizada esencialmente por el trabajo en equipo. En 2003 crea el Programa FV Cultural propiciando un lugar para que sus empleados desarrollen sus talentos intelectuales y artísticos en el marco y la contención de la empresa. Este programa incluye un Espacio de Arte, que permite a los empleados y sus familiares, expresarse artísticamente y que luego lleva fuera de la empresa, con exposiciones abiertas a todo público. La muestra que se presenta en el Yacht Club Olivos es el resultado de esta experiencia en la que FV decidió apostar. Reúne la obra de los artistas participantes del Espacio seleccionadas por el curador Jorge Zuzulich.
La inauguración se llevó a cabo el jueves 1 de Diciembre a las 19:00 hs. Estará abierta hasta el Martes 3 de enero. Pueden visitarla de Martes a Viernes de 12 a 18 hs. Los Sábados y domingos estará abierta solo para socios del Yacht Club. La entrada es libre y gratuita Exponen: Jorge Antar, Gastón Petzold, Silvia Samaniego, Josefina Cavaliere, Jorge Del Vecchio, Guillermo Montano, Ana María Monti, Liliana Antonow, Dorinda Piñeiro y Stella Maris Seara.
Agua y objetualidad
La presente muestra nace de un cruce y, de alguna manera, de una exigencia: la de guiar la labor productiva de los artistas a partir del encuentro entre una objetualidad determinada y una temática específica.
El primero de ellos nació a partir de una inteligente propuesta dentro del ámbito de clínica de obra que desarrollaban algunos de los participantes con la artista Andrea Juan dentro de las actividades del Programa FV Cultural. En ese marco, en 2008, Andrea sugirió a los participantes la posibilidad de plantear el desarrollo de una propuesta artística a partir de una formalidad que pudiera ser común a todos los participantes, quienes, alentaron la proposición de la docente.
Fue así como la empresa FV entregó a los participantes maderas previamente cortadas que en su armado conformarían cuerpos geométricos para ser intervenidos. A ello se sumó un giro temático. Esa intervención debía vincularse a un tema: el agua. Esta elección no fue azarosa. Hace ya tiempo que la empresa desarrolla una campaña en torno al uso responsable del agua, en tiempos en los que el fantasma de su escasez se instala como preocupación. Algunas propuestas fueron más allá de esta limitación material pero igualmente alentamos su desarrollo ya que entendimos que las mismas compartían el espíritu originario.
Ambos polos, objetualidad y agua, no han sido ajenos al desarrollo del campo artístico.
El campo de producción artística se había ordenado, en su desarrollo, a partir de objetualidades específicas (escultura, cuadro, etc.) que determinaban el carácter formal de la obra de arte. Con la irrupción de los movimientos de vanguardia, a comienzo del siglo XX, este paisaje es radicalmente alterado. Por primera vez, objetos producidos industrialmente, en serie, adquieren el estatuto de obra de arte. Los denominados ready made, del francés Marcel Duchamp, y quizás el collage cubista que integra elementos del mundo de la vida cotidiana a su despliegue productivo, abren un mundo nuevo de posibilidades expresivas cuyos ecos aún resuenan en el terreno del denominado arte contemporáneo. Quizás una estación previa como pasaje a la indeterminación del objeto artístico, y de no menor relevancia, hayan sido las denominadas neovanguardias de los años sesenta.
En este proceso de apertura a nuevas materialidades, el agua ha quedado incorporada como medio al repertorio de posibilidades expresivas para los artistas. Desde ya que también se ha convertido en tema. Vale la pena recordar dos ejemplos ilustres del campo local.
El pionero, Gyula Kosice expone en 1960 sus esculturas hidráulicas en París. Por esos años escribe el manifiesto “La arquitectura del agua en la escultura” en donde plantea el momento fundacional en la utilización del elemento atendiendo a sus características propias: dispersión, circulación, transparencia. Sus experimentaciones lo llevan a desarrollar obras hidrolumínicas e hidrocinéticas, algunas de las cuales pueden verse en espacios públicos. A comienzos de los setenta elabora su “Ciudad hidroespacial”, hábitat utópico que conjuga arte y vida.
Desde una perspectiva vinculada al ecologismo, Nicolás García Uriburu es reconocido por sus coloraciones de los canales venecianos (1968/70), de las aguas de las fuentes de Trafalgar Square (1974) así como del agua de la fuente de la Plaza del Congreso (1993), entre otras. Su postura se hace evidente en el título de uno de sus objetos (botella con agua coloreada): “Coloración Uriburu. 500 años de polución. Río de la Plata, Dock 3” (1992). Las producciones que conforman la muestra “Arte en la empresa” dan cuenta, lucidamente, de este cruce entre agua y objetualidad. Es así como, en ellas, se hace presente cierto sentido lúdico, una impronta experimentalista y un fuerte compromiso con la defensa del medio ambiente. Es curioso que tanto el cuerpo humano como la superficie terrestre tengan un porcentaje similar de agua, cerca de un setenta por ciento. La pregunta toma cuerpo por sí sola, adquiriendo un fuerte sentido retórico: ¿tendrá esto algo que ver con el origen?
Jorge Zuzulich, primavera 2011